La vida,
no construía prioridades
ni diques contrafuertes
ante el dolor.
El agua parloteaba,
bulliciosa,
en acequias sin caudales.
Su cauce era enredadera
de lugares comunes
y paisajes sombríos.
La tristeza,
lo inundaba todo.
El murmullo,
esperaba al que no regresa
y enmudecía,
ante el que querría volver.
El agua mansa
desperezó su ruido efervescente
desperezó su ruido efervescente
para no decir nada.
El temporal de las profundidades
ahogó gritos en papel mojado.
Tragar saliva
y nunca quedar saciado.
y nunca quedar saciado.
Lo aleatorio era la opción
más salvaje de la muerte.
La tristeza,
lo inundaba todo.
Ser la travesía
tras el viaje inconcluso
tras el viaje inconcluso
activó el mecanismo de defensa
de los cuidados post_mortem.
En el refrigerio del sediento,
la madera del naufragio,
estallaba al contacto con el agua.
La soledad y sus acuíferos,
se atraían como pozos engastados.
Sus viejas manos
brotaron manantial de abrazos
y declinaron
ancho mar.
Sus viejas manos
eran rías articuladas.
En la arena del desierto
puja el pulgar
concediendo plasma.
César ha dictado sentencia.
Ligia claudicó.
Ligia claudicó.
De su mano,
emanan riachuelos de hambre
que devora la tierra horadada
de bocas.
La ría,
condena al inocente.
La tristeza,
lo inundaba todo.
Fluye
en escorrentía subterránea.
Fluye,
transitando poros,
transitando poros,
cegando grietas,
anegando estancias.
Arrastra creencias,
indemostrables.
Azota en su vaivén
cual tsunami.
La tristeza,
lo inundaba todo.
Supurar restos
de otras lides,
de otros mares,
era nadar cara adentro.
Navegar en tintas de ultrajar,
quizá, transitar en oleaje
de algas vivas y corajes.
Un paisaje visceral
que emborronan
ríos fríos,
congelados.
La laguna olvidada,
se ondula,
poco a poco.
poco a poco.
La tristeza,
lo inundaba todo.
Serpentea la mar salina
de arbolados salpicaderos.
Poseidón,
rasga telas de un sudario
prestado a Éolo
e infla la mayor.
El cielo,
tiñe esencias de humores agrios.
Desde la cúpula central,
desde lo más alto,
escucho el soplo del viento.
Me adormece.
Me adormece.
Si escuchar es demorar el sonido
no siento su melodía.
Multiversos de aguamarinas,
palabras aturdidas,
recelosas,
que no pueden despegar.
¿Cómo puedo ayudarte,
Dios de los truenos,
si a mí no me puedo ayudar?
Lo aleatorio era la opción
más salvaje de la muerte.
La tristeza,
lo inundaba todo.
Mis pozos,
eran cuencas mojadas.
Todo,
era soplo.
ESTHER FERRER MOLINERO