30/6/13

HOGUERAS Y VANIDADES




Ridiculo, inmaduro y confiado.
Aquel muñeco ruso de ojos vidriosos no dejaba de mirarme.
Fijamente,
clavando sus pupilas como dagas.
Porcelana fina para las vajillas de Limoges,
número de serie cifrado y una urna carcelaria por descanso.
Vestido para la ocasión, el bolchevique, lucía conciencia blanca
y cabello en bucle de alguna oveja negra degollada.
Todo muy concentrado y prieto
como la profundidad de sus pensamientos.
Decoración digna de un palacio transparente a la hora del té.
Cuadros desenfocados.
Sesión parlamentaria inaugural

y todos los muñecos de Famosa presentes.
Todos acicalados con su túnicas de Jean Paul
y en el horizonte de sus días, las pequeñas y las favelas desnudas.




[Transcurrieron sesiones, unas cuántas...]



"Ya es la hora" dijo un juez malhumorado,
"Ya tenemos la resolución" añadió sentenciando.
Y en el reloj de arenas movedizas finalizó la función judicial.
En el ocaso, todos aguardaban el fallo.
Todos eran nueve.
Los nueve sobres cerrados sobre sus nueve círculos concéntricos

aguardaban las nueve puñaladas del abrecartas.
Una Divina Comedia.
Todos con lacra y todos, sin estigma.
El muñeco ruso contenía la respiración,
Ken lloraba.



El juez anunció con su mazo:
"Todos a la hoguera,
todos sin distinción...
por vanidosos."


En el nuevo Tribunal de la Inquisición habían dictado el fallo...
[Con errores, ratas y erratas]



ESTHER FERRER MOLINERO

29/6/13

YO TENGO UN HADA







Yo tengo un hada.
Yo tengo un hada que me revuelve la ropa,
que se esconde entre las rocas
que me sopla, sopla.

Sopla,
viento del norte.

A veces, sopla del sur.
Entonces...
llueve.

Es un susurro conocido,
un murmullo 
de ruidosas copas.

Sopla viento del norte,
a veces sopla del sur.

Yo tengo un hada.
Yo tengo un hada encarnada
que se oculta.

Yo tengo un hada
que con alas chamuscadas,
me asusta.

Yo tengo un hada que no me gusta.
¡Se esfumó!
Ya no la tengo.

ESTHER FERRER MOLINERO

17/6/13

REPÚBLICA POÉTICA




No se pueden alimentar los sueños
en las cavernas del fracaso
porque la muerte,
pulsión extraña,
es una suerte cadenciosa
que palpita.

Moguer era el Sur centrípeto
de Juan Ramón.
Rubén, el fuego
de una estadía silenciosa

en el Principado del Modernismo.
Lorca, el grito manuscrito
de la tragedia y el tiempo.

Esperaba la República
de las nuevas claves.

ESTHER FERRER MOLINERO