RELATO
El frío invierno se había
instalado en sus vidas. Ya no dormían juntos. Atrás quedaban camas en estado
efervescente con cráteres bulliciosos. Ahora soñaban dormidas dos islas
separadas por la asfixia.
Ella se acostó pronto y se
durmió. Cantaba un pajarillo, en la ventana, una melodía primaveral para
avanzar su llegada. Cantaba cada vez más alto y ella se levantó para acallarlo.
Era una noche de espejos rotos y discusiones mudas. Aquellas en las que se dice lo siento con una
mirada telúrica. Se dirigió hacia el ventanal y al intentar adherir el
fragmento de papel que se despegaba cuando la herida afloraba, descubrió una
biblioteca incrustada en la pared. Parecía una biblioteca antigua, con
múltiples cajitas “matrioska”. Una de corredores interminables desplazados por escaleras
de rieles. En cada estante, un lector reflejo con novedades bibliográficas y
ritmos “Doo Woo” recitativos. En la sección de autoayuda flotaba un libro
titulado ‘Tres Cosas Para Ayudarte A Ti Mismo’.
Él acababa de dormirse, siempre
se acostaba tarde, el trabajo lo devoraba, cada día. Tuvo su peor pesadilla
aquella noche: Soñó con todos los monstruos de la infancia. El excesivo
proteccionismo materno, la inseguridad, el miedo a ser lo que uno es, el miedo a triunfar o fracasar. En un
momento frustrado del sueño se encontró en una librería de viejo. Una de
corredores interminables desplazados por escaleras de rieles. Esa misma. En la
sección de autoayuda flotaba un libro titulado ‘Tres Cosas Para Ayudarte A Ti
Mismo’.
Ella abrió el libro por la página
nueve y él por la diez. En la nueve ella leyó con interés y en negrita: “Es
esencial comunicar lo que uno desea al otro.” En la diez él comprendió al leer:
“Será imprescindible escuchar al otro.” Ambos cerraron el libro e intentaron
encuadrar el entorno, entendieron que cualquier eventualidad puede ser favorable
o contraria dependiendo de interpretaciones.
Al día siguiente, lucía el sol y
la primavera se había instalado. Sonó el despertador como todos los días del año,
pero algo había cambiado. Él se volvió
hacia ella y se fundieron en un beso interminable. Mientras, ambos recordaron
el sueño del día anterior y, sobre todo, las palabras finales de un libro de
autoayuda flotante:
“Lo importante es querer”.
ESTHER FERRER MOLINERO
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GUILLOTINADO EXPRÉS!!!
Cuchillos afilados, cuchillos sangrantes...
rodarán cabezas... ¡Qué le corten la cabeza!