MONTECRISTO

20 de febrero, de 2015

Agridulce momento.

Ahora se sabrá:
el único agravio
hacia la tierra,
es existir
y no yacer en ella.

¡Ay, sufrimiento padecido...!
¡Aciagos días, negras noches
en las que quise morir!
Días ausentes de calma
en que nadie me quería.
Dolor que me perforó el alma.
La vida, dulce compañera,
torció mi estampa.
Sucumbió a mi vera,
trazó la deriva
para aniquilarme.

La esperanza,
señora amable,
volvió su rostro engañoso.
Los demonios extirparon mis ramas,
la injusticia atravesó mi pecho
con la daga del olvido.
Ilusiones zanjadas con cruces
y en los labios, preguntas innobles.
La negrita, letra asesina, 
se sumaba al festín de mi muerte. 
Añadía sangre a mis tinteros.
-¿Por qué me han hecho esto? ¿Por qué?-

Retornaron épocas pasadas,
ríos de llantos
en los que quise sangrar inerte.
Intenté acabar con mi ser,
dejé de ilusionarme,
Quise fallecer.


El tiempo, dador de razones,
concederá la satisfacción 
de ver humillados
a mis detractores.

ESTHER FERRER MOLINERO