La herida cicatrizaba cuando sus ojos hayaban el arrecife. La herida, donde no encallaron grandes buques, el tránsito. La herida, la brecha del dolor que las sirenas aplacan, su refugio.
El tiempo, una parada del destino. Durante, un instante. Aquellos ojos incendiarios serían mi remanso. Aquellos ojos, ultramarinos, eran mi sino. Aquellos ojos, los soñados en los sueños.
La vida era bálsamo, si aquellos ojos, eran estos.